¿En qué pensamos cuando imaginamos el futuro? No me había planteado esta pregunta hasta bien entrado mi trabajo sobre la forma en que imaginaban el futuro urbano los habitantes de la cosmopolita Buenos Aires a principio del siglo XX. Traté de buscar respuestas de la mano de un grupo de autores y seleccioné algunos que me guiaron en la aventura de transitar ese territorio del futuro, tan desconocido pero tantas veces imaginado, esperado, soñado o temido. El texto que va a continuación es un fragmento del libro que publiqué en 2011 y que me gustaría compartir en estas Columnas del Futuro.
(… ) En nuestros días, cuando hablamos del futuro, parece innecesario aclarar que nos referimos a un futuro que tendrá lugar en esta tierra y será habitado por nuestros descendientes directos o indirectos. Se trata de un futuro en el mundo real y tangible, no en el más allá ni en la vida celestial. Pero no siempre fue así, ya que esta idea del futuro que a buena parte de los habitantes del mundo occidental hoy nos parece tan natural, es bastante nueva en la historia de la humanidad, no tiene más de 200 o 300 años de antigüedad. (… )
Tres reconocidos autores, entre otros, pusieron el pensamiento sobre el futuro en una perspectiva histórica: el economista e historiador Robert Heilbroner (1919-2005), el historiador y filósofo Carl L. Becker (1873-1945), ambos norteamericanos, y el historiador y filólogo irlandés John Bagnell Bury (1861-1927). Los tres demuestran, desde distintos enfoques, cómo la idea de un futuro al que se espera llegar por esfuerzo propio de la gente y que beneficiaría a amplias capas de población en esta tierra, se formó y comenzó a extenderse recién a partir del siglo xviii. En el mundo occidental, esta idea del futuro fue auspiciada por el desarrollo de las ciencias físicas y naturales y sus aplicaciones tecnológicas, por la expansión del capitalismo y por la emergencia de una conciencia política que intentaba legitimizar la voluntad popular.
Esta forma de entender el futuro está relacionada y depende de la idea de progreso y de la formación de una cosmovisión del mundo que concibe el tiempo como un vector lineal, contrario al concepto del tiempo circular compuesto por sucesivas repeticiones cíclicas. Porque, además de imaginar un futuro en la Tierra, se asume que el futuro será mejor que el presente y tiene un horizonte de perfectibilidad indefinida. Si bien este optimismo fue puesto en duda desde principios del siglo xx, esta tendencia positiva y optimista siguió presidiendo el pensamiento sobre el futuro hasta hace unas tres o cuatro décadas atrás.
Porque en la actualidad, luego de un siglo de avances en muchos campos, pero signado al mismo tiempo por dificultades y violencias, se ha borrado el optimismo, y el horizonte de esperanza se transformó en un horizonte de amenaza. Sin embargo, sigue plenamente vigente en muchos y dispersos ámbitos el deseo y la imaginación de un futuro mejor orientado a responder a las urgentes necesidades de grandes sectores de la población.¹
En síntesis, según lo que sostienen estos autores, cuyas ideas desarrollaré en otras Colunas de Futuro, es posible asumir que el pensamiento sobre el futuro en los términos descriptos y tal como se lo utiliza coloquialmente en la actualidad, es una idea moderna.
- GUTMAN, Margarita (2011), Buenos Aires. El poder de la anticipación. Imágenes itinerantes de futuros metropolitanos en torno al primer Centenario. Buenos Aires: Ediciones Infinito, (pp. 45-46)
BIbliografía
HEILBRONER, Robert, Visiones del futuro. El pasado lejano, el ayer, el hoy y el mañana, Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, 1996.
BECKER, Carl L., The Heavenly City of the Eighteenth Century Philosophers, 36th printing, New Haven and London: Yale University Press, 1973 (First edition 1932, Yale University Press).
BURY, J. B., The idea of Progress. An inquiry into its origin and growth, New York: Dover Publications Inc., 1955 (1ª edición, 1932).