La pandemia como accidente y ruptura de las condiciones actuales de la vida humana tuvo su faz más visible en la emergencia sanitaria y tuvo algunos efectos inmediatos y otros que siguen actuando de manera suspensiva. En lo tecnológico, muchos investigadores han mencionado la idea de “shock virtual”. Muchas de las acciones de la vida cotidiana como el uso habitual de servicios, pero también la educación, el comercio, la justicia, han entrado en una etapa inexorable de virtualización. En algún sentido, esa virtualización era anhelada largamente por sectores que la impulsaban hace tiempo. A la vez, puso sobre la mesa las dificultades de grupos sociales y contingentes menos adaptados y con menos posibilidades.
Con el proyecto 2084, impulsado por el OLA (Observatory on Latin America), la idea de pensar el futuro supuso un desafío intenso que incluía aspectos lúdicos y también algo del orden del temor. Si en un contexto difícil de la humanidad nos abocábamos a soñar, pensar, imaginar, pues el resultado de tales pensamientos podía augurar influjos positivos, sumamente pesimistas o incluso desbordados en cuanto a las perspectivas realmente existentes. La planificación requería una puesta a punto de nuevas condiciones inmediatas y a mediano plazo, mientras que la imaginación probablemente estuviera apoyada en los fantasmas de un presente temible, limitado, cauteloso.
La imaginación del futuro es un campo de disputa donde se ponen a prueba las aspiraciones colectivas y personales, donde se juega la utopía social. Activar la creatividad y la dimensión lúdica sobre los futuros sociales y cotidianos es una manera de hacer oír todas las voces, equiparando las de aquellos que logran hacerse escuchar como las de aquellas personas y comunidades tradicionalmente poco escuchadas. La posibilidad de expresar creativamente los deseos y las esperanzas es un desafío que permite abrirse a los sueños y a los temores de la comunidad, y a la vez poner en práctica saberes y técnicas aprendidas.
Nos tocó participar, a partir de ese impulso del OLA, del trabajo colectivo UN TÚNEL ARGENTINO, surgido en el corazón de la gestión pública de dos museos nacionales, en la órbita del Ministerio de Cultura de la Nación. Fue así que, junto a Juan Ignacio Muñoz, director del Museo “José Antonio Terry” de Tilcara, y Gustavo Blázquez, director de la Manzana de las Luces de CABA, produjimos la convocatoria a 12 chicos y chicas de Jujuy y de Buenos Aires. Con la coordinación de Viviana Usubiaga, directora nacional de Gestión Patrimonial, invitamos al grupo a pensar el futuro en rigurosa asamblea virtual, durante los meses de febrero, marzo y abril del crítico y complejo 2021. Con todas las limitaciones del caso, y también con la única ventaja de que la conexión inestable por zoom podía permitir lanzar al vuelo todo tipo de pájaro imaginado.
UN TÚNEL ARGENTINO es también una necesaria reflexión sobre las representaciones y las figuras presentes en los relatos que cada joven hacía acerca del futuro. Por eso hablamos de utopía y distopía, porque en ambos casos surgían el deseo y el temor por algo así como el mañana. Y en las reuniones fueron instalándose temas, marcas, preocupaciones: la violencia contra las mujeres, la cultura persistente de los pueblos originarios, la identidad marrón de gran parte de la población argentina, el medio ambiente y la crisis planetaria por la economía extractiva y sus efectos sobre el territorio, la biosfera y los seres vivientes. También las posibilidades políticas de proponer y defenderse en un mundo hostil.
Se propuso la creación prospectiva, la anticipación, relatos que permitieran compartir y ampliar las posibilidades de la imaginación local y situada del futuro cercano. Se trata de pensar el 2084 como un hito próximo del mundo, de la cultura, situados en el sur del mundo. Nos importa ampliar el acervo de imaginaciones diversas, de posibles futuros compartidos, de insumos para generar nuevos diálogos, perspectivas y aprendizajes. Una manera de construir e imaginar el futuro desde nosotros mismos.